
Las redes sociales se han hecho dueñas de la vida de muchas personas, pues a través de ellas transmiten cómo es su día a día, siendo una de las preferencias compartir lo que comen a lo largo de la jornada. Para muchos ya es un hábito fotografiar todo lo que comen y subirlo a Instagram, a Facebook, a Twitter, a Pinterest o a las redes sociales que utilicen, y además en muchos casos se procura transmitir que son auténticas delicias, comida suculenta y sabrosa, y a menudo con una presentación exquisita, es lo que se conoce como Food Porn, y que contempla tanto los alimentos o elaboraciones culinarias ricas en grasas, en azúcar, en calorías… como platos exóticos o cualquier otro que provoque el deseo de comer a quien admira la imagen.

Según el profesor Charles Spence, psicólogo experimental en la Universidad de Oxford y director de este estudio, la exposición constante a imágenes de alimentos apetecibles a través del teléfono móvil (o redes sociales) puede provocar un aumento de la ingesta de alimentos, en muchos casos ricos en grasas, pues seduce más un pastel que chorrea chocolate que un plato de espinacas cocidas, lo que a su vez puede derivar en un aumento de peso.
Este estudio dice todo lo contrario que el que conocíamos hace dos años y compartíamos en el post Es menos agradable comer si ves demasiadas fotografías de comida, éste estaba desarrollado por investigadores de la Universidad Brigham Young (Estados Unidos). En realidad no son estudios con conclusiones contrarias, sino que confirman que visualizar platos de comida apetecible invita a comerlos, pero quien consulta las fotos de comida de las redes sociales y después se enfrenta en la mesa a un plato de ensalada, de verdura o de pescado a la plancha, no lo disfruta igual.
Aunque por otro lado también hablaban del aburrimiento sensorial y de la posibilidad de que al ver muchas fotos de pasteles, por ejemplo, se produzca un efecto saciante y deje de apetecer comerlo. Personalmente nos parece difícil que esto suceda… de hecho, el saber popular lo tiene claro desde hace mucho tiempo, comemos con los ojos, y actualmente además se habla del ‘hambre visual’.
En el estudio Comer con los ojos: Del hambre visual hasta la saciedad digital, que ha sido publicado en Science Direct y que podéis consultar aquí, explican que una de las funciones del cerebro es conseguir alimentos, y en el mundo occidental de hoy lo tiene muy fácil. Hablan de que a menudo se culpa a las fábricas de productos alimenticios porque en su oferta abundan los productos adictivos, ricos en grasas y azúcares, que favorecen al sobrepeso y a la obesidad, que además están al alcance de todos y que se publicitan sin descanso. Pero, ¿es este el verdadero problema de la crisis de la obesidad?, los investigadores se preguntan si no hay otras señales implícitas en nuestros ambientes que puedan estar provocando el hambre o las ganas de comer con más frecuencia de la que el cuerpo necesita.
Para obtener la respuesta estudiaron el impacto que tiene la exposición a las imágenes de alimentos apetecibles o porno alimentos a través de los medios digitales, y si esta exposición pronunciaba el deseo por la comida, si despertaba el ‘hambre visual’, conociendo los resultados de un buen número de investigaciones sobre el efecto que las imágenes pueden tener sobre la actividad neuronal, las respuestas psicológicas y fisiológicas, la atención visual y el área del cerebro que regula el apetito.
El profesor Charles Spence y su equipo también hablan en el estudio de cómo afecta la ‘comida virtual a los ojos hambrientos’, es decir, de cómo afectan a los patrones de consumo los programas de cocina de televisión, así como el prestigio que en los últimos años han adquirido los cocineros y la publicidad (entre otras cosas) que actualmente pesa sobre ambos, pues en buena parte esto conduce al consumo de comidas preparadas. Por fin podemos decirlo, es lamentable que los cocineros que abanderan la cocina artesana con productos frescos, de proximidad, de estación, saludables… después nos bombardeen con productos procesados de multinacionales de la alimentación, en anuncios que además son malísimos.
En fin, el estudio aborda muchos aspectos relacionados con el actual acceso a imágenes de comida apetecible y cómo éstas pueden desencadenar procesos cognitivos inhibitorios, por ejemplo el del autocontrol, de modo deje de existir la resistencia a la tentación de tomar alimentos deseables, algo que puede afectar especialmente a aquellas personas que tienen una tendencia a comer en exceso.

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